Dentro de la cultura egipcia
existen diversas deidades, y diversas creencias, de las cuales, de las más
sobresalientes son las que cuentan lo que espera más allá de la muerte, por lo
cual, fueron destacados en todos los rituales que tenían que ver con la vida
después de la muerte y la conservación del cuerpo, en espera de ésta, creando
así a las momias y sus sepulcros. Al morir, los
faraones y gente perteneciente a una clase social alta, eran acompañados
con rituales y preparaciones para la otra vida, por lo que dentro de esta
cultura el dios Osiris fue destacado.
Osiris fue uno de los dioses egipcios más populares
e importantes. Llamado “el señor del más allá”, preside el tribunal de los
muertos y reina sobre el mundo de los vivos, así es como era concebida la
imagen de Osiris.
En los orígenes, era un dios de
la fecundidad, y se decía que su rostro era verde como el limo que generaba la
vida en Egipto, como el Nilo que con sus inundaciones hace fértil al país.
Aunque divino y poderoso, Osiris
estaba sujeto a un destino humano y conoció la muerte. Cuenta la leyenda
egipcia, que era de ascendencia divina y reinaba sabiamente en el país. Pero su
hermano Set, que lo odiaba, lo mató, descuartizó su cadáver y lo arrojó al
Nilo.
Isis, hermana y esposa de Osiris,
partió a la búsqueda de los restos, llena de tristeza, atravesó el país y no
descansó hasta haberlos encontrado. Anubis
reunió los diversos pedazos del cadáver y los envolvió con vendas,
creando de este modo la primera momia. Isis se transformó en un halcón hembra y
genero aire con sus alas. El dios muerto volvió a la vida y se unió carnalmente
con Isis, la cual dio a luz un hijo, Horo, el heredero del trono. Osiris no
pudo continuar con su vida mortal, por lo que se convirtió en soberano de los
muertos.
El culto de Isis y Osiris se hizo
muy popular, así mismo influyó en el cristianismo, con sus enseñanzas de la
muerte y sobre la resurrección. El
principal centro de influencia estaba situado en Abido, uno de los mayores
santuarios egipcios. Los egipcios creían que el orden divino hacía que todo se repitiera, por ende, que cualquiera
podía conocer el destino del dios Osiris y fundirse en el mediante la magia.
Todos los mortales esperaban regenerarse y despertar a una vida nueva en el
otro mundo.
La importancia del tema de la
muerte para los egipcios era tan grande que, existe un libro, llamado “Libro de
los muertos” donde se guía al difunto en el mundo inferior, le advierte de los
abismos en los que podría caer, de los demonios y de los terrores que se puede encontrar.
Dentro del libro se encuentras un himno a Osiris, donde nos proporciona y una
lúgubre descripción de ese lugar, y habla de “aquellos cuyo país se encuentra
en la oscuridad, cuyos campos son de arena, cuyas tumbas sirven al silencio,
cuya llamada no puede oírse, que descansan ahí sin poder levantarse, cuyas
momias están cubiertas de vendas, cuyos miembros no tiene movilidad”.
El reino de los muertos es
descrito como un lugar tétrico y húmedo, en el que los durmientes son
purificados y regenerados. Mientras que los conjuros e invocaciones del libro
abren al difunto el camino de los campos elíseos donde podrá cultivar sus
tierras, beber una jarra de cerveza por la noche o
acompañar a los dioses y salir al día con ellos.
Según los egipcios, el paraíso
era un campo de juncos en un paisaje idílico donde todo los que han aprobado su
pesaje del corazón (haciendo una posible referencia a lo que nosotros conocemos como conciencia y
las cargas que llevamos en ella) pueden cultivar allí sus campos en paz bajo la
protección de los dioses.
Bibliografía.
ROSE-MARIE, & HAGEN, R. (2005). EGIPTO.
MADRID: TASCHEN.
Por Anik
Fotografía de: Luis Niño en la exposición egipcia del museo de Louvre
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