Enero 2015 “Renacer”
Después
de descansar y desconectarme del mundo el tiempo necesario para admitir que era
suficiente, decidí que la mejor manera de invertir lo que me quedaba de
vacaciones, era leyendo. Ya sé que leer, de cierta forma también te desconecta
del mundo que a tú alrededor, no deja de estar en movimiento: pero también es
cierto que te transporta a otros mundos y a otras realidades, donde, la mayoría
de las veces, resulta más agradable que el presente y es precisamente en estos
lugares donde he encontrado las mejores soluciones a problemas que se me han
presentado en diversas etapas de mi vida, así como el medio de acción.
Es
común (en mi caso lo es bastante), que uno haga planes en la mente, sobre cómo
llevar a cabo algo; cómo llegarle a la chica que te gusta, cómo decirle a un
maestro que mereces más calificación, cómo comentarle a un amigo que han
hablado mal de él, etc. Particularmente, es raro que estos planes imaginarios,
los cuales suelo estar masticando mentalmente por días e incluso semanas,
resulten tal y como esperaba. Generalmente, no están ni cerca de parecerse pero
lo que sí es bastante común es que me moleste cuando no resultan.
Principalmente conmigo, pero también, y en varias ocasiones, con las personas
que dependía que aquellas ideas pudieran llevarse a cabo.
Hoy
día, me encuentro metido en uno de esos planes. Me gusta imaginarlos de una
forma lineal, un solo camino, recto, sin más opciones que lo que imagino desde
el principio; esto no es así. Esta historia comenzó hace tres años, y en el
afán de querer controlar cada situación, con el fin de llegar al desenlace, me
he visto obligado a cambiar detalles del plan original, a reestructurarlo,
modificarlo e incluso olvidar los medios originales. Y es aquí donde el plan
que iba imaginando cada día comenzó a torcerse, a ramificarse y después a
desaparecer (si es que en realidad alguna vez hubo alguno).
Ya
no sé si el sentimiento es genuino, o solo estoy invadido por un capricho, y
¿qué más da si ella ha cambiado un poco? ¿Qué importa si ya casi no nos vemos?
¿Y si ya no me presta tanta atención como antes? ¿Qué pasa si ya no me
encuentra interesante? Mucho tiempo creí que era suficiente con que yo me
comprometiera al 100%, que diera todo de mí y me esforzara tanto como había
prometido no volver a hacerlo; pero estaba en un error. Situaciones así solo
pueden terminar mal, con una parte lastimada y otra a la que no le importa.
Creo
que ha llegado el momento de replantearme las cosas, analizar por qué me gustaba
estar con ella, y ver si sigue existiendo eso, descubrir no es más que
costumbre o comodidad, cuantificar qué tanto estoy sacrificando y qué tantos
beneficios se obtienen y decidir si vale la pena. Aunque para un loco
apasionado, siempre lo vale.
S.
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