La Malaria (también
conocido como Paludismo) es una enfermedad causada por un parásito llamado
Plasmodium, que es transmitida al ser humano por medio de mosquitos del género
Anopheles. Estos parásitos se multiplican en el hígado y posteriormente
infectan los glóbulos rojos. Esta enfermedad parasitaria es la más frecuente
del mundo, con más de 200 a 500 millones de casos anuales y más de un millón de
muertes a causa de la enfermedad. Los mosquitos que contienen estos parásitos
suelen concentrarse en África, Asia y en América.
Los síntomas que
caracterizan a la malaria son la fiebre, las cefaleas, los vómitos, y
sudoración profusa, los cuales se presentan casi siempre de 10 a 15 días
después de la picadura del mosquito. Las mujeres embarazadas y los niños son
los que más riesgo sufren, ya que contraen una malaria más severa. Al no
tratarse la enfermedad a tiempo, la vida del paciente peligra, pues altera el
aporte de sangre a órganos vitales.
El método más común
para poder diagnosticar a alguien con Malaria es la búsqueda de los parásitos
en el interior de los glóbulos rojos, usando un microscopio de luz. Para poder tartar la enfermedad, es necesario averiguar el tipo de
plasmodium que se contrajo, así como el lugar en el que fue adquirido, debido a
que hay una resistencia creciente en muchos lugares del mundo a los
antimaláricos tradicionales. A pesar de que la Malaria es una enfermedad
mortal, se puede prevenir siguiendo recomendaciones de expertos en el tema,
tales como la Organización Mundial de la Salud.
Para prevenir las picaduras de los
mosquitos entre el atardecer y el alba, es recomendado conseguir mosquiteros
tratados con insecticidas de larga duración, así como el uso de ropa de
protección y repelentes contra los insectos, los cuales deben presentar una
concentración de DEET (N, N-Dietil-meta-toluamida, el ingrediente más habitual
de los repelentes de mosquitos) alrededor del 35%.
Fuentes
consultadas:
Por Ximena