Era alrededor del medio día, el consejo se reunió y estaban postrados sobre lo alto de la pirámide, el ritual se llevaba a cabo, al centro, nuestro protagónico explorador se encontraba, ahora sin vida, su sangre descendía paso a paso por el Templo de Kukulkán, llamado también El Castillo, que es una pirámide de siete niveles construida en la ciudad de Chichén Itzá, en el centro de Yucatán. Mientras tanto el mensajero oficial proclamaba cada secuencia de eclipse tanto de Sol como de Luna, recordándoles a todos que es un alto crimen hacerse pasar por una divina deidad y que no pueden controlar los ciclos divinos ya establecidos. El explorador sufrió una muerte de sacrificio por querer proclamar como divino conocimiento lo que los niños saben con el menor pensamiento.
Esto fue una breve historia, que ficticia o no, es una forma de expresar parte del conocimiento maya: astronomía maya, estudios sobre los astros que realizaron los mayas y que hoy siguen sorprendiendo a los científicos. Su obsesión por el movimiento de los cuerpos celestes se basaba en la concepción cíclica de la historia, y la astronomía fue la herramienta que utilizaron para conocer la influencia de los astros sobre el mundo.
El calendario solar maya era más preciso que el que hoy utilizamos. Todas las ciudades del periodo clásico están orientadas respecto al movimiento de la bóveda celeste. Muchos edificios fueron construidos con el propósito de escenificar fenómenos celestes en la Tierra, como El Castillo de Chichén Itzá, donde se observa el descenso de Kukulkán, serpiente formada por las sombras que se crean en los vértices del edificio durante los solsticios. Las cuatro escaleras del edificio suman 365 peldaños, los días del año. En el Códice Dresde y en numerosas estelas se encuentran los cálculos de los ciclos lunar, solar, venusiano y las tablas de periodicidad de los eclipses.
Una pequeña historia, un gran conocimiento.
Hasta nuestro próximo encuentro dimensional
Beto el Draco_Phoenix
Siempre hay un fulgor de luz entre las sombras