Ok. Tranquila. Cálmate.
Pero este simple pensamiento no
fue suficiente para que el dolor no se propagara y las náuseas iban subiendo
rápidamente. Antes de pensarlo, mis pies se movieron y corrí directo al baño de
la planta baja. Abrí la puerta y alcancé a levantar la tapa del inodoro para
devolver mi estómago en el lugar correcto. Unas convulsiones terribles me
asaltaron mientras seguía de rodillas.
-
Déjame ayudarte… -Choi estaba en la puerta, lo
miré lo más enojada que pude.
-
No, aléjate. No quiero nada tuyo.
-
Isis, no seas testaruda –dio un paso hacia mí.
Me levanté despacio, limpié mi boca con un poco de papel y me enjuagué en el
lavabo. Trató de acercarse más, pero levanté mi brazo y con la mano le hice una
señal para que parara.
-
Sí, Choi. Soy testaruda, no tengo por qué
negarlo. Pero no pienso pedirle ayuda a nadie –escupí el resto de agua que
quedaba en mi boca con ardientes deseos de largarme de ahí – ni de aceptarla de
nadie. Y menos de alguien que no confía en mí.
Pasé a un lado de él casi
empujándolo y no quise mirar atrás. Ya estaba harta de que él desconfiara de
mí. ¿Cómo podría hacerlo? ¿Qué había hecho para que él actuara de esa manera
conmigo? Éramos amigos, bueno, algo más que amigos, de hecho no estaba segura
de lo que éramos. Era amiga de la chica a la que él cuidaba, la mejor amiga,
siempre al pendiente, siempre ahí cuando me necesitaba. Habíamos pasado tantas
cosas juntos que ya debía conocerme bastante bien, a menos que…
Me detuve en seco a unos pasos de
la puerta principal. Era como si un piano me hubiera caído encima. Lo sé, es
una comparación fuera de lugar, pero es la única manera en que puedo
explicarlo. Y después de eso, un enorme barril de agua helada, directa desde
las orillas de la mismísima Antártida.
Sí, no había otra explicación a
eso, a esos encuentros furtivos que habíamos tenido en estos meses de
conocernos. Sí, me había creído todo como una tonta, nunca fue por mí, ni por
él, fue por el trabajo. Él tenía que averiguar si realmente era fiel a mi
amiga, si realmente no era una espía; claro, y la mejor manera que encontró fue
acercándose a mí, hacerme creer cosas que jamás habían sido, conocer cada
mínimo aspecto de mí y de mi vida. Nada había sido real y entenderlo,
descubrirlo, fue el golpe más duro que, hasta ese momento, había recibido.
Decidí mirar hacia atrás. Él
estaba en el pasillo. Vi sus ojos y entonces lo supe. Nada era verdad.
Por Lil_GM
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